El corazón: la raíz de nuestras decisiones
La Biblia enseña que lo más importante no son las apariencias ni las obras externas, sino lo que hay en el corazón. Jesús mismo lo explicó: “Porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34).
9/11/20253 min leer


No somos intrínsecamente buenos ni malos; lo que determina nuestro carácter y acciones son las prioridades que hemos decidido poner en nuestro interior.
Esto nos lleva a una serie de preguntas que, en orden lógico, nos ayudan a entender cómo vivir conforme a los principios de Dios.
1. ¿Qué define realmente lo que somos?
No es el entorno, ni la cultura, ni las circunstancias. La Biblia afirma que el corazón humano es el centro de las decisiones: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23).
2. ¿Cuáles son tus prioridades número uno y número dos?
Jesús respondió a esta pregunta cuando le consultaron sobre el mandamiento más importante:
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.
Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
(Mateo 22:37-39)
Este orden no es casualidad: primero Dios, luego el prójimo. Cuando invertimos o ignoramos este orden, nuestras acciones se desvían.
3. ¿Cómo se practica el amor a Dios y al prójimo?
Amar a Dios significa buscar su voluntad en oración y obedecer su Palabra. Jesús dijo: “El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama” (Juan 14:21).
Amar al prójimo significa servir, perdonar, escuchar y tratar a los demás con la misma dignidad con la que queremos ser tratados (Mateo 7:12).
4. ¿Cómo puedes conocer el corazón de Dios?
El corazón de Dios se revela en Jesucristo. El mismo Jesús dijo: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9). Conocer a Dios implica:
Leer y meditar en la vida y enseñanzas de Jesús en los evangelios.
Dejar que el Espíritu Santo transforme nuestros pensamientos y deseos.
Practicar la oración sincera, que no busca fórmulas, sino comunión con Él.
5. ¿Qué ocurre si estas no son tus prioridades?
Si el amor a Dios y al prójimo no son lo primero en el corazón, inevitablemente actuaremos en contra de los principios de Dios. Jesús lo explicó así: “Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mateo 6:21). Si nuestro tesoro son las riquezas, el poder o el egoísmo, nuestro corazón se corrompe.
Todo nace en el corazón. No se trata de moralismos ni de apariencias religiosas, sino de prioridades profundas. Cuando el amor a Dios y al prójimo ocupan el lugar número uno y número dos en nuestro corazón, nuestras decisiones y acciones se alinean con el plan de Dios. En cambio, cuando ponemos otras cosas primero, terminamos construyendo sobre arena.
Oración
Señor amado, hoy me acerco a Ti reconociendo que solo Tú puedes limpiar y renovar mi corazón.
“Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí” (Salmo 51:10).
Padre, examíname y muéstrame lo que debo entregar a tus manos, porque está escrito:
“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos. Ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” (Salmo 139:23-24).
Enséñame a guardar mi corazón en tus caminos, porque tu Palabra dice:
“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23).
Te pido, Señor, que tu Espíritu Santo me transforme para que mis pensamientos, mis palabras y mis acciones broten de un corazón puro, lleno de amor hacia Ti y hacia mi prójimo.
“Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8).
Lo ruego por los méritos de Cristo Jesús. Amén.