Jesucristo, la Escalera entre Dios y los Hombres
¿Qué quiso decir Jesús cuando se presentó como la escalera entre el cielo y la tierra? ¿Cómo se conecta esta imagen con el sueño de Jacob en Betel? ¿Implica la vida cristiana quedarse al pie de la escalera admirándola, o subir paso a paso en obediencia y fe? ¿Qué significa para un creyente el esfuerzo de subir esa escalera en lo cotidiano? Y, sobre todo, ¿cómo podemos ser verdaderos hacedores de la Palabra mientras avanzamos hacia la comunión plena con Dios?.
8/20/20252 min leer


La escalera de Jacob y su cumplimiento en Cristo
En Génesis 28, Jacob sueña con una escalera que une la tierra con el cielo, por la cual los ángeles suben y bajan. Más adelante, Jesús se apropia de esa imagen y declara:
“De cierto, de cierto os digo: de aquí en adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del Hombre” (Juan 1:51).
Cristo mismo se presenta como esa escalera. El abismo que el pecado abrió entre Dios y los hombres queda superado en Él: siendo hombre nos representa, y siendo Dios nos conduce al Padre.
Subir la escalera: la vida activa del creyente
Jesús enseñó que la fe no consiste en una pasividad contemplativa, sino en una obediencia activa. Subir la escalera es vivir lo que creemos, paso a paso, en fidelidad a Cristo.
• Escuchar y obedecer: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21).
• Construir sobre la roca: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca” (Mateo 7:24).
• Llevar fruto en la vida diaria: “En esto es glorificado mi Padre: en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” (Juan 15:8).
• Vivir en amor práctico: “Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros, como yo os he amado” (Juan 15:12).
Cada uno de estos llamados de Jesús es un peldaño de la escalera. Subir implica vivir en obediencia, amor, perseverancia y acción.
El esfuerzo y la gracia en la subida
El ascenso no es fácil: requiere renuncia, disciplina y constancia. Jesús mismo lo expresó claramente:
“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lucas 9:23).
No obstante, la fuerza para subir no depende solo del creyente:
“Separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5).
El Espíritu Santo capacita y sostiene en el camino, asegurando que el creyente no suba solo.
La cima de la escalera
El final del ascenso es la comunión plena con Dios. Jesús lo prometió a sus discípulos:
“En la casa de mi Padre muchas moradas hay… voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo; para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:2-3).
La cima de la escalera no es otra cosa que la unión eterna con el Creador, el cumplimiento pleno de nuestra esperanza.
Reflexión final
Cristo es la escalera, y subirla significa ser hacedores de su palabra. La fe que permanece en la base, sin acción, se estanca. La fe que se esfuerza, que ama, que obedece, que sirve, es la que asciende hacia la vida eterna.
La enseñanza de Jesús es clara: no basta con mirar la escalera desde abajo; es necesario subirla, confiando en su gracia, paso a paso, hasta alcanzar la comunión perfecta con Dios.